Desde que el mundo es mundo, el ser humano no ha dejado de asustar, sorprender o aterrorizar a sus semejantes. El cine, por supuesto –siempre reflejo de la sociedad en la que se desarrolla- no ha sido ajeno a éste fenómeno y ya, desde su inicio –Georges Méliès a finales del siglo XIX- se embarcó en aventuras fantásticas como viajes extraterrestres o episodios en los que la intervención del diablo no andaba demasiado lejos. Hay, además, unos antecedentes literarios que aportan material de primera mano y categoría, desde Julio Verne. H.G. Wells, Edgar Allan Poe, Howard Phillips Lovecraft, pasando por los relatos del expresionismo hasta nuestros días, en donde los personajes se atacan con sierras eléctricas de gran tamaño o se arrojan vísceras en medio de grandes charcos de sangre. Pero hasta aquí, hasta la desagradable casquería moderna, no llegaremos. A lo largo de los tiempos se ha hablado de hombres lobo, zombies, vampiros, momias, monstruos diversos, muertos resucitados y el llevar al cine esos relatos exigía un determinado estilo cinematográfico en el que tenían necesaria relevancia los decorados, las localizaciones, la fotografía de luces y sombras y posteriormente también las combinaciones de colores, y siempre, siempre, la imaginación. También éste género ha dado grandes películas a la historia del cine y de ello hay numerosos ejemplos en el apartado 100 películas recomendadas y filmografía. ¿Quién más o menos aficionado al cine no asocia los rostros de Bela Lugosi, Lon Chaney, Boris Karloff o Christopher Lee, entre otros, al cine de terror?.