RESEÑAS. Terror

La caída de la casa Usher. (The Fall of the House of Usher). Roger Corman, 1960.

 

Primera de las ocho adaptaciones que realizó Roger Corman sobre relatos de Edgar Allan Poe y seguramente una de las más inspiradas y convincentes. Realizada sobre un impecable y conciso guión de Richard Matheson (excelente escritor de novelas de ciencia-ficción), sienta las bases y los elementos que conformarán el resto de la serie dirigida por Corman y, sobre todo, de los dos siguientes títulos, «El péndulo de la muerte» (1961) y «La obsesión» (1962): personajes enfermizos obsesionados por sus ancestros, catalepsias, entierros en vida, fascinación por el mal, relación necrófila con las criptas situadas en los sótanos de las mansiones…

     Esta historia de casa encantada y maldita, que se resquebraja amenazada por la perversión que albergó antaño entre sus muros, consigue con escasos recursos y apenas cuatro personajes, crear un clima de ansiedad e inquietud que se mantiene hasta el expeditivo final en el que el fuego y el lago devoran, materialmente, la siniestra mansión. Casa condenada, como sus enfermizos habitantes: Roderick Usher (Vincent Price), su hermana Madeleine (Myrna Fahey) y el asistente Bristol (Harry Ellerbe), incapaces de rebelarse ante un destino fatal al que sólo Philip (Mark Damon), el prometido de Madeleine -único elemento extraño a la mansión- intentará plantar cara.

     En «La caída de la casa Usher», como en el resto de la serie, Corman toma a Poe más como referencia y punto de partida, que por el desarrollo de la historia que narra, recogiendo el espíritu que alienta la obra y el peculiar mundo de Poe, mezclando ideas y protagonistas recogidos de varios relatos distintos y recreando los ambientes decadentes y opresivos y los personajes torturados del autor de «El retrato ovalado». Creando, en definitiva, una narración nueva e independiente de la obra literaria, aunque inspirada por ella.

     A partir de «La caída de la casa Usher», Corman conservaría este esquema inicial y repetiría ideas y situaciones, apoyándose en unos actores y técnicos enormemente eficaces y sacando un extraordinario partido a unos rodajes rápidos y de escasos medios en las siguientes películas de la serie. Por eso todas mantienen elementos comunes, resultan muy parecidas entre sí y tienen un similar registro de calidad.

 

 

AnibalMinucio

 

 

 

TITULO ORIGINAL.- The Fall of the House of Usher
NACIONALIDAD.- EE.UU. (American International)
DIRECCION.- Roger Corman
ARGUMENTO.- Relato de Edgar Allan Poe
GUION.- Richard Matheson
FOTOGRAFIA.- Floyd Crosby
MUSICA.- Les Baxter
MONTAJE.-Anthony Carras
INTERPRETES.- Vincent Price (Roderick Usher), Mark Damon (Philip Winthrop), Myrna Fahey (Madeleine), Harry Ellerbe(Bristol)
DURACIÓN.- 79 min

 

Drácula, Tod Browning, 1931.

 

 

 

Drácula» era, desde años atrás, un viejo proyecto de la Universal, pero cuando Tod Browning abordó su realización en 1931 la productora atravesaba una difícil situación económica como consecuencia del crack del 29 en Wall Street. Ello influyó decisivamente en los resultados de la película, que se vio condicionada por un escaso presupuesto y, sobre todo, por una decisión errónea en la que también tenían que ver los motivos económicos: resultaba más barato adaptar al cine la obra teatral (que además había tenido un éxito considerable en Broadway) que la novela original de Bram Stoker.
Estas circunstancias condicionaron un rodaje que se afrontó con una gran economía de medios: decorados que «cantan» clamorosamente en las secuencias iniciales de la llegada del carruaje a la posada y del desfiladero de Borgo Pass, repetición de decorados (los sótanos de la abadía de Carfax son los mismos que se habían utilizado al inicio de la película para la cripta del palacio de Drácula), contínua utilización de sobrios interiores en prácticamente todo el film…
Asimismo, el origen teatral se deja sentir tanto en la estructura de la película como en el hecho de que la mayoría de los actores procedía del teatro, e incluso habían interpretado anteriormente la versión teatral, como era el caso de Bela Lugosi. Su «presentación» al agente inmobiliario Renfield con la famosa frase «Yo soy…Drácula» y su contínuo repertorio de gestos grandilocuentes a lo largo de toda la película nos da la sensación de estar viendo más teatro filmado que auténtico cine.
A pesar de ello, «Drácula» está repleta de espléndidos hallazgos visuales, como toda la expresionista primera parte en el castillo del Conde, con su gran profusión de telas de araña y los enormes y desproporcionados insectos y las ratas paseándose entre los ataúdes, que parecen devolvernos al mejor -y más siniestro- Tod Browning, o confirmar la teoría de que «Drácula» debe más a su director de fotografía Karl Freund que a su realizador, que siempre tropezó con grandes dificultades para adaptarse al cine sonoro. Aunque lo cierto es que muchos de los mejores momentos de «Drácula» son mudos, la confrontación con «La momia» (1932) único film dirigido por Karl Freund resulta claramente desfavorable a la obra de Browning.
En cuanto al personaje protagonista, Browning convierte a Drácula en un antihéroe atractivo y romántico, más cercano a los embaucadores de teatrillos de feria y magos de circo que al personaje repulsivo del «Nosferatu» de Murnau. Aunque «Nosferatu» es la más fiel y cercana a la obra de Bram Stoker de todas las versiones de la novela que se han filmado, la realidad es que a partir del «Drácula» de Browning el personaje tomó carta de naturaleza y se enriqueció hasta adquirir vida propia.
Con todas sus limitaciones, el éxito de público de «Drácula» fue fulminante, hasta el punto de salvar a la Universal de la quiebra. Film híbrido, en la frontera entre un cine mudo que había conseguido su plenitud como medio de expresión y un cine sonoro aún balbuceante, dista mucho de ser la obra maestra que algunos críticos la consideraron en su momento, pero sí se trata de una obra altamente estimable. Un clásico que sentó las bases de todo el cine de terror posterior y buena parte de su iconografía. Sin duda, ese fue su mayor mérito.

 

AnibalMinucio

 

TITULO ORIGINAL.- Dracula
NACIONALIDAD.- EE.UU. (Universal Pictures)
DIRECCION.- Tod Browning 
GUION.- Garrett Fort y Dudley Murphy
FOTOGRAFIA.- Karl Freund
MONTAJE.- Milton Carruth
INTERPRETES.- Bela Lugosi (Conde Dracula) Helen Chandler (Mina Harker), David Manners (John Harker), Dwight Frye (Renfield), Edward Van Sloan (Profesor Van Helsing), Herbert Bunston (Doctor Jack Steward) 
DURACIÓN.- 75 min

El péndulo de la muerte (The Pid and the Pendulum), Roger Corman, 1951.

 

 

 

 

El éxito de «La caida de la casa Usher» (1960) hizo reincidir a los productores de American International en una segunda obra inspirada en Edgar Allan Poe, utilizando una mecánica de producción similar a la anterior y manteniendo, prácticamente, el mismo equipo técnico y artístico que realizó la primera.

     Para «El péndulo de la muerte», Corman apenas si utilizó, de la narración de Poe, la referencia a la tortura del pozo y el péndulo. A partir de esa idea desarrolló un guión con notables similitudes a otros títulos de la serie, al que supo sacar un inteligente partido, creando una atmósfera de inquietud y claustrofobia en la película bastante notable.

     Con la presentación de los títulos de crédito, a base de unas simples mezclas de pinturas de colores y un carruaje que se acerca al siniestro castillo de los Medina a través de un bosque alucinante, Corman nos sumerge en una atmósfera decadente y maligna muy similar a la conseguida en la mansión de «La caida de la casa Usher».

     A partir de ahí, el guión se enriquece con la historia de Sebastián Medina, un inquisidor español del siglo XVI que, engañado por su esposa Isabella y su hermano Bartolomé, ejecuta sobre ellos una cruel venganza. Asesinatos que serán contemplados con horror por su hijo Nicolás, en cuya memoria quedarán grabadas para siempre esas imágenes y, a su vez, vivirá con su mente obsesionada por el recuerdo y al límite de la perturbación para, finalmente, y una vez perdida definitivamente la razón, repetir parcialmente los recuerdos vividos de niño, en su esposa.

     «El péndulo de la muerte», con un imaginativo guión de Richard Matheson y una estupenda fotografía de Floyd Crosby, que en un par de secuencias utiliza imágenes deformadas y colores que recuerdan al expresionismo alemán de «El gabinete del doctor Caligari» (Robert Wiene, 1919) y unos eficaces actores, funciona, como su antecesora «La caida de la casa Usher» con la precisión de un reloj suizo.

 

 

Aníbal Minucio

 

 

TITULO ORIGINAL.- The Pit and the Pendulum
NACIONALIDAD.- EE.UU. (American International Pictures, 1961)
DIRECCION.- Roger Corman
ARGUMENTO.- Relato de Edgar Allan Poe
GUION.- Richard Matheson
FOTOGRAFIA.- Floyd Crosby
MUSICA.- Les Baxter
MONTAJE.-Anthony Carras
INTERPRETES.- Vincent Price (Nicolás/Sebastián Medina), John Kerr (Francis), Bárbara Steele (Elizabeth), Luana Anders(Catherine), Mary Menzies (Isabella), Charles Victor (Bartolomé)
DURACIÓN.- 80 min

Garras humanas (The Unknown), Tod Browning, 1927.

 

 

 

 

«Garras humanas» es puro Browning. Condensa en apenas 48 minutos todo el mundo asfixiante y obsesionado de su autor: la violencia diaria contenida, el sórdido ambiente del circo, los personajes anormales o mutilados, el crimen y la venganza, forman parte de esta galería de los horrores que nos propone Tod Browning como la cosa más natural del mundo.
La historia de Alonzo (Lon Chaney) que, para huir de la justicia se oculta en un circo bajo la apariencia de un falso lanzador de cuchillos manco y que, enamorado de su compañera de actuación, Nanon (una jovencísima y desconocida Joan Crawford) y completamente seguro de verse correspondido por ella, no vacila en amputarse los brazos para no ser reconocido por el asesinato de Zanzi (Nick de Ruiz) dueño del circo y padre de Nanon, y complacer así a su amada, que no soporta ser abrazada por un hombre, es una de las más irracionales y terribles que nos haya dado el cine.
Con un argumento del propio Browning y ambientada en una irreconocible España fabricada en estudio («esta historia la cuentan en el viejo Madrid y algunos dicen que es auténtica»…), supone la culminación de su extensa colaboración con el mítico Lon Chaney. Realizada en el estilo técnicamente pobre, pero directo y sin concesiones de Browning, es una pequeña obra maestra que queda sólo unos peldaños por debajo de la inolvidable «Freaks» (La parada de los monstruos, 1932).

 

 

AnibalMinucio

 

 

TITULO ORIGINAL.- The Unknow
NACIONALIDAD.- EE.UU. (Metro Goldwyn Mayer)
DIRECCION.- Tod Browning 
GUION.- Waldemar Young
FOTOGRAFIA.- Merritt B. Gerstad
MONTAJE.- Harry Reynolds , Erroll Taggart
INTERPRETES.- Lon Chaney (Alonzo) Norman Kerry (Malabar), Joan Crawford (Nanon Zanzi), Nick de Ruiz (Antonio Zanzi), John George(Ayudante de Alonzo)
DURACIÓN.- 63 min (23 fps) | Reino Unido:49 min (BFI print) | Estados Unidos:49 min (Versión alternativa)

La máscara de la muerte roja. (The mask of the Red Death). Roger Corman, 1964.

 

 

 

 

El séptimo y penúltimo film del ciclo Poe-Corman (después de «La máscara de la muerte roja» Roger Corman solo realizó el poco interesante «La tumba de Ligeia», 1965), presenta una serie de características que le diferencian de los títulos anteriores. Para empezar, Corman lo rodó en Inglaterra, contando con un mayor presupuesto y abordando la película con más ambición que las precedentes de la serie. Serie que ya había evidenciado síntomas de agotamiento a base de repetir equipo técnico, actores, situaciones y similitud de factura.

     Como en las anteriores, la literatura de Edgar Allan Poe solo sirve a Corman de inspiración general o baza comercial segura, pero en esta ocasión se parte de un guión más trabajado, con personajes más complejos enmarcados en una narración con resonancias del cine del sueco Ingmar Bergman (el ambiente medieval, la iconografía de la muerte, la comarca azotada por la peste, nos remiten a «El séptimo sello», 1957) o de Tod Browning (todo lo relativo a la venganza del enano por la humillación que ha sufrido la bailarina Esmeralda nos recuerda la historia de «Freaks», 1932).

     Ambientado en una Italia medieval donde se sitúa el castillo del Príncipe Próspero, adorador de Satán y que gobierna con mano de hierro y refinada crueldad y perversión una región asolada por la peste y donde el castillo parece ser el único lugar seguro, «La máscara de la muerte roja» intenta alcanzar cotas filosóficas sobre el eterno enfrentamiento entre el Bien que simboliza la joven campesina Francesca (Jane Asher) y el Mal, representado aquí en el Príncipe Próspero (un eficaz e incombustible Vincent Price, verdadero icono de la serie Poe-Corman).

     Aun cuando el planteamiento formal se revela más ambicioso y menos funcional que en otros films de Roger Corman y se evidencia un mayor cuidado en la imagen, en el tratamiento del color, en la ambientación y en la dirección de actores, falta verdadero calado en la propuesta y pronto el film nos descubre que la trascendencia del discurso -vacío de contenido y profundidad- es sólo aparente. Con todo, «La máscara de la muerte roja», perfecta síntesis de las virtudes y defectos del cine de Corman, siempre fue considerada -quizás injustamente- como la gema de la larga serie que el avispado director-productor dedicó a Edgar Allan Poe.

 

AníbalMinucio

 

TITULO ORIGINAL.- The Mask of the Red Death 
NACIONALIDAD.- EE.UU. (American International Pictures, 1964) 
DIRECCION.- Roger Corman 
ARGUMENTO.- Relatos de Edgar Allan Poe
GUION.- Charles Beaumont y R. Wright Campbell
FOTOGRAFIA.- Nicolas Roeg 
MUSICA.- David Lee 
MONTAJE.-Ann Chegwidden 
INTERPRETES.- Vincent Price (Príncipe Próspero), Jane Asher (Francesca), Hazle Court (Juliana), David Weston (Gino), Nigel Green (Ludovico), Patrick Magee (Alfredo), Verina Greenlaw (Esmeralda) 
DURACIÓN.- 89 min

La parada de los monstruos. (Freaks). Tod Browning, 1932.

 

 

 

 

 A primera vista puede resultar curioso y chocante que Hollywood (y más precísamente la Metro) produjera esta extraña y provocadora película, pero no tanto si consideramos que para la productora era una forma de réplica a los éxitos que su competidora Universal tenía, dentro del género de terror, a finales del cine mudo y principios del sonoro. Por otra parte, la exhibición en circos y ferias ambulantes de «monstruos vivientes» era, en aquellos años, algo que se consideraba como un espectáculo normal y corriente.

     Tod Browning, realizador muy vinculado al cine de terror de los años 20, género en el que dirigió varias de las más conocidas películas de Lon Chaney, y autor asimismo del primer «Drácula» (1931) producido en Hollywood, recibió de la Metro el encargo de hacer algo que superara todo lo realizado hasta entonces en el género de terror. Para ello, Browning reunió en «Freaks» a toda una serie de «monstruos reales» (en realidad, personas con anormalidades físicas) que reclutó de diferentes circos y ferias ambulantes.

     «Freaks» forma parte, junto a «Frankenstein» (James Whale, 1931) y «La momia» (Karl Freund, 1932) de la gran trilogía de clásicos del cine de terror de principios del sonoro. Pero «Freaks», aunque inferior técnicamente a los otros dos títulos, los supera ampliamente en autenticidad y vigor. Browning, con una gran dosis de crueldad e ironía, utilizó un estilo seco, primitivo y directo para mostrar -en el mundo cerrado de un circo- la terrible venganza colectiva que los «monstruos», siguiendo fríamente su propio código de conducta -«ofende a unos y ofenderás a todos»- ejecutan sobre la trapecista Cleopatra, la persona «normal» que se ha burlado de uno de ellos.

     «Freaks», como obra cinematográfica, tuvo una vida tan azarosa como la propia historia que narra: fue mal recibida e incomprendida en su día por la crítica y el público. Contó con varios finales alternativos que no llegaron a «funcionar» (quizás el mejor de ellos sea el que cierra el film con la imagen de los terribles gritos de Cleopatra, convertida en mujer-gallina), e incluso la censura eliminó casi treinta minutos de la copia definitiva. Con todas estas circunstancias la Metro se quitó pronto de encima este material «peligroso» retirándo enseguida la película de los circuitos de exhibición. «Freaks» estuvo asimismo prohibida en muchos paises hasta que, «redescubierta» por la crítica en los años 60, se convirtió inmediatamente en obra de culto.

     Cine-espectáculo de feria, pero también cine de sentimientos, de provocación y trasgresión, este desfile de «monstruos vivientes» (enanos, «cabezas de alfiler», hombre-torso, hermanas siamesas, mujeres sin brazos…) que ponen en escena ante la cámara su «número de feria» nos trasmite su sentido de la solidaridad, de la convivencia y su humanidad dentro de su anormalidad, pero también su lado negativo: su código de honor y su terrible, ritual y macabra venganza final.

     Pequeña joya del cine fantástico. Rareza entre las rarezas, «Freaks» sigue siendo, al cabo de los años, un impresionante documento vivo de amor, compasión y horror. Una película tan inolvidable como insólita, que mantiene intacto su poder de asombro y fascinación.

 

AnibalMinucio

 

TITULO ORIGINAL.- Freaks
NACIONALIDAD.- EE.UU. (Metro Goldwyn Mayer)
DIRECCION.- Tod Browning
ARGUMENTO.- La novela «Tod Robbins» de Clarence Aaron
GUION.- Willis Goldbeck y Leon Gordon
FOTOGRAFIA.- Merritt B. Gerstad
MONTAJE.- Basil Wrangell
INTERPRETES.- Wallace Ford (Phroso), Leia Hyams (Venus), Olga Baclanova (Cleopatrai), Roscoe Ates(Roscoe), Henry Victor (Hercules),Harry Earles (Hans), Daisy Earles (Frieda), Rose Dione (señora Tetrallini)
DURACIÓN.- 64min

El vampiro, Fernando Méndez, 1957

 

 

 

 

     A Fernando Méndez, realizador mexicano de los años 40/50, le cabe el honor de ser el precursor de una temática que luego se estiró hasta el agotamiento durante los años 60/70/80 y que produjo multitud de películas más o menos relacionadas con el género. Hasta el punto de que toda una amplia nómina de directores  mexicanos de esa época (Baledón, Urueta, Curiel, Delgado, Martínez Solares, Cardona, Corona Blake, Alazraki…) se vieron en algún momento implicados en la realización de películas de un estilo más cercano al cómic o al serial televisivo que al cine, en las que se mezclaba la acción, la fantasía, el terror y la lucha libre.

 

     Fernando Méndez, un realizador “todo terreno” (también dirigió dramas, aventuras y westerns), abrió la saga del fantástico mexicano con “Ladrón de cadáveres” (1956), un film híbrido que mezclaba elementos prestados de varios géneros: horror-fantasía-thriller… una película muy valorada entre los aficionados al fantástico, que se convirtió, al cabo del tiempo, en obra de culto, y que inició, prácticamente, el género en México. Méndez insistió al año siguiente con “El vampiro” (1957), curiosa versión autóctona del “Drácula” de Bram Stoker y obra pionera del cine de vampiros en México.

 

     “El vampiro” inauguró, allá por 1957, la larga e inagotable saga del cine de terror mexicano e incluso se adelantó en un año al “Drácula” de Terence Fisher de la Hammer británica. La película, que tuvo enseguida una inmediata (y menos feliz) continuación con “El ataúd del vampiro” (1958), y dio lugar a varios films de tema fantástico (”Misterios de ultratumba”, “Los diablos del terror” y “El grito de la muerte”), también dirigidos por Méndez, es considerada hoy en día, por los amantes del cine de terror, una pequeña joya. Una verdadera pieza de coleccionista.

 

         Repleta de convencionalismos y de referencias cinéfilas al cine de terror de la Universal de los años 30/40, se trata de una versión sui géneris del mito de Drácula, que consigue un enfoque ciertamente novedoso del género al sacar al Conde de su castillo y su ambiente en los Cárpatos, y trasladar la totalidad de la acción a una hacienda mexicana, en un entorno más decadente e inquietante que terrorífico.

 

     Aquí el Conde es húngaro, en lugar de rumano, y se llama Karol de Lavud. Su labor, interrumpida cien años atrás, cuando  los campesinos de la zona acabaron con sus fechorías, se reencarna (de alguna manera, en su hermano, un tal Sr. Duval (Lavud al revés) que importa tierra húngara procedente de los cementerios del bosque de Baconia (sic) en un ataúd,  e intenta hacerse, sin reparar en métodos, con la propiedad de la hacienda Los Sicomoros, en cuya cripta descansan los restos de Karol , para devolverle a su vida de vampiro y hacer de la Sierra Negra mexicana el dominio de los Lavuds.

 

     Este compendio de lugares comunes, se inicia en la estación de ferrocarril de Sierra Negra en donde surge, como por encanto, un inquietante carruaje y su adusto y sombrío conductor (que nos recuerdan escenas similares de “Nosferatu” o “Drácula”), para recoger y trasladar una siniestra caja llena de tierra procedente de Hungría. El resto de la película se desarrollará casi íntegramente en la casi abandonada hacienda de Los Sicomoros, entre una profusión de tópicos del cine de terror: abundancia de nieblas y telarañas, entierros prematuros y pasadizos secretos, con una total ausencia de complejos o prejuicios.

 

     La imaginación más delirante suple con creces la pobreza de recursos (como esos vampiros a los que se ve claramente la cuerda con la que son manejados o esas telarañas de dimensiones colosales) y consigue la creación de una atmósfera expresionista e inquietante que resulta lo más conseguido de la película. La ingenuidad de planteamientos, el sentido del humor con el que se abordan algunas situaciones, la descuidada dirección de actores y unos efectos especiales increíblemente toscos (¡ese ataúd del Sr. Duval que se abre y cierra automáticamente¡) dan un cierto encanto a la película, que nos hace recuperar, en algunos momentos, el espíritu,  perdido para siempre,  de las primitivas realizaciones del cine mudo.

 

         “El vampiro” fue el inicio de una interminable serie de películas mexicanas de género fantástico, cuyos títulos resultaban tan estimulantes como el desparpajo con que eran realizadas: “La invasión de los vampiros” (1961), “El vampiro sangriento” (1962), “Santo contra las mujeres vampiro” (1962), “Las Luchadoras contra el médico asesino” (1962), “Santo en el museo de cera” (1963), “Las Luchadoras contra la Momia” (1964) … películas a las que cabría considerar de serie Z, más que de serie B, y más cercanas al cómic que a la literatura, con personajes tales como Santo (El enmascarado de plata), Blue Demon, Neutrón, Nostradamus, El Doctor Caronte… todas ellas obras de escaso coste, realizadas a toda velocidad y destinadas a un público muy poco exigente, pero que fueron enormemente populares en su día.

 

 

  AnibalMinucio

                                                                                              

 

 

 

PRODUCCION: México (Cinematográfica ABSA, 1957). ARGUMENTO: Ramón Obón. GUION: Ramón Rodríguez. FOTOGRAFIA: Rosalío Solano. MUSICA: Gustavo C. Carrión. MONTAJE: José W. Bustos. INTERPRETACION: Abel Salazar (Dr. Enrique), Ariadna Welter (Marta González), Carmen Montejo (Eloisa), José Luis Jiménez (Emilio), Mercedes Soler (María), Alicia Montoya (María Teresa), José Chávez (Anselmo), Germán Robles (Conde Karol de Lavud/Duval). DURACION: 95 minutos (versión DVD, 84 minutos).